El Alicanto

martes, 11 de septiembre de 2007


El Alicanto
Para muchos mineros, es un sueño que algún día el quimérico alicanto les muestre el camino de la fortuna... pájaro enorme, de grandes alas color metálico que relucen bajo el sol, pico encorvado, y patas alargadas con afiladas garras. A este mítico ser se le atribuyen poderes tan mágicos que es capaz de señalar el sendero hacia una rica veta mineral. Muchos ya lo han visto, y dejando todo de lado. Lo han seguido hasta el lugar donde la enorme ave se posa, indicándoles el lugar exacto de la riqueza. Pero quienes lo siguen, lo hacen en forma tan inesperada que al llegar al sitio que esconde el supuesto tesoro el ave lo abandona dejando al aventurero sin agua ni comida. Sólo una plegaria a la virgen les pueda mostrar el camino de regreso.

Leyenda El yastay


El Yastay
Al recorrer los cerros y quebradas del norte grande, en mas de alguna de oportunidad los viajeros podían encontrarse con manadas de tranquilos guanacos, pero pocos han tenido la fortuna -o la desgracia- de toparse de frente con la figura del "yastay". Este animal de impecable piel es el guanaco protector de las manadas. Es fácil de reconocer porque luce más grande que todos los demás. Es el "jefe de los jefes" y aparece en los momentos más inesperados. En algunos casos es capaz de mostrar toda su furia a los cazadores transfigurado en una cabeza de demonio lanzando fuego por su boca. No hay bala ni fuerza humana que sea capaz de derribarlo.
Pero también puede ser de gran ayuda. A veces el yastay puede aparecer con un rostro angelical y servir de guía en medio del desierto cuando detecta la bondad en quienes se acercan a sus protegidos.

Leyenda: Tesoro de la Bahía de la Herradura

martes, 28 de agosto de 2007


En la Bahía de la Herradura, que hoy se conoce con el nombre de Guayacán y que está junto a Coquimbo, los piratas enterraron un tesoro, el Tesoro de la Bahía de la Herradura. En el año 1578 el corsario inglés Francis Drake descubrió la bahía de La Herradura, así llamada por su forma. Desde ese mismo instante, la bahía pasó a ser el refugio de piratas y filibusteros, como Bartolomé Scharp, Eduardo Davis, Jorge Anson y otros de menos nombradía. Drake convirtió esta bahía en refugio y en sus costas enterró el producto de sus correrías, robado en cientos de combates. Este tesoro consistiría en miles de barras de oro y plata; cientos de miles de monedas de oro, mil doscientos zurrones de oro en polvo, veinte ollas de oro y diez tinajas de joyas.

Mito: Los Payachatas El Parinacota y El Pomerame

viernes, 24 de agosto de 2007


los payachatas el parinacota y el pomerame
El Parinacota y el Pomerame, que levantan sus cumbres a más de 6.000 m de altura, guardan un tesoro incaico, esto es: las estatuas de oro de los monarcas, que adornaban los nichos del Templo del Sol, en el Cuzco; las de plata de las reinas, del Santuario de la Luna, y multitud d e otras riquezas.
El tesoro de los incas que se salvó del rescate de Atahualpa, está escondido en su cumbre y cuando la montaña está escasa de nieve se ve perfectamente la escalinata que fabricaron los siervos del inca para sepultar las riquezas de su amo en el cono medio trucado del volcán.
Los Payachatas representan a una pareja de enamorados: un príncipe y una princesa de dos tribus antagónicas que quisieron contraer matrimonio. Para evitar esta unión fueron muertos, pero la naturaleza, en venganza de aquello, sepultó a los dos pueblos formando dos lagos: el Chungará y el Cota-Cotani. En el lugar donde fueron enterrados los príncipes se levantaron dos hermosos volcanes: el Parinacota y el Pomerame.

Mito: El espiritu del Volcan Licancabur


En la época que los incas habían extendido su imperio por el norte y centro de Chile, el Espíritu del Volcán Licancabur, ahora extinguido, dejaba sentir sus arrebatos de cólera a los indígenas que habitaban sus cercanías.
Para calmar al dios, los indígenas prepararon una carga de piedras recortadas y otros presentes. Con ella a la espalda treparon hasta la cima de 6.000 metros del volcán. Allí construyeron sus pircas y depositaron sus ofrendas; luego de hacer sus oraciones, regresaron ligeros, con sus temores ya apaciguados.
Los descendientes de aquellos aborígenes aún manifiestan su reverencia al Espíritu del volcán y a las gigantescas pircas que existen en su cumbre.
Para acceder al Volcán Licancabur se comienza el ascenso entre quebradas secas y curvas hasta llegar al borde del cono del volcán, rodeándolo por el sur. Se encuentra la más impactante vista panorámica de todo el salar al amanecer, con perfecta visibilidad del oasis San Pedro.
Se ubica a 60 kilómetros al este de San Pedro de Atacama. Posee una altura de 5.916 m.s.n.m., desde su cima se puede apreciar un radio considerable de los alrededores como son el oasis de San Pedro de Atacama, el Salar de Atacama y la Laguna Verde, en Bolivia.
El volcán, durante una visita a San Pedro de Atacama, siempre esta presente en el paisaje debido a la cercanía que se encuentra. Posee un impresionante desnivel vertical de más de 3.600 metros de altura. Es posible ascender hasta el cono del mismo, pasando quebradas y curvas; el tiempo es de alrededor de 12 horas caminando.
En el cráter existe una laguna cubierta de hielo durante la temporada de invierno. Para realizar este ascenso se debe estar en óptimas condiciones físicas, tener experiencia, su propio equipo para escalar y una buena capacidad de adaptación a esa altura.

La Fiesta de La Tirana

jueves, 23 de agosto de 2007


Leyenda de la Tirana

Cuentan que en el otoño de 1535, salió del Cusco, rumbo a Chile, el conquistador Diego de Almagro, con unos 500 españoles y diez mil indígenas. Entre ellos llevaba, como rehenes, a Huillac Huma, último sumo sacerdote del culto del sol, con su hermosa hija de 23 años, la Ñusta (princesa).
La joven logró huir y se refugió con algunos seguidores en un oasis de la Pampa del Tamarugal, que dominó a sangre y fuego. Ejecutaba sin piedad a todo extranjero o indígena bautizado que cayera en sus manos. La llamaban la “Tirana del Tamarugal”. Hasta que un día apareció un joven y apuesto minero, Vasco de Almeida. La Ñusta se enamoró perdidamente e inventó la forma de demorar su muerte. Peor aún, en los meses que siguieron ella se convirtió al cristianismo y él la bautizó. Cuando sus seguidores descubrieron su traición, los mataron a ambos bajo una lluvia de flechas.
Años más tarde, un evangelizador español descubrió entre las ramas de tamarugos una tosca cruz de madera. Enterado de la tragedia, levantó en el lugar una capilla.

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